Te escribo porque mis sentimientos hacia ti son extraños y ambiguos…me gustas, me encantas y a la vez te odio a momentos porque muchos interpretan tus intenciones como quieren. Y entonces te formulo una pregunta: Libertad de expresión, ¿Cuáles son tus verdaderas intenciones?
Día a día me pregunto hasta que punto deberías ser posible y deberías llegar, porque los derechos de un individuo terminan cuando empiezan los de los demás. Semana a semana analizo la increíble coherencia de los «grandes defensores de los derechos fundamentales y la libertad de expresión»…que dicen quererte mucho, pero desde mi humilde punto de vista, me parece que, simplemente, te utilizan, dicen quererte y lo hacen sólo por interés. Lo que ellos sienten por ti no es amor verdadero, ellos no conocen tus habilidades, ni tus intenciones, pero a la vez, sí saben muy bien utilizarte como arma…y desgraciadamente, les funciona.
Día a día me pregunto hasta que punto deberías ser posible y deberías llegar, porque los derechos de un individuo terminan cuando empiezan los de los demás. Semana a semana analizo la increíble coherencia de los «grandes defensores de los derechos fundamentales y la libertad de expresión»…que dicen quererte mucho, pero desde mi humilde punto de vista, me parece que, simplemente, te utilizan, dicen quererte y lo hacen sólo por interés. Lo que ellos sienten por ti no es amor verdadero, ellos no conocen tus habilidades, ni tus intenciones, pero a la vez, sí saben muy bien utilizarte como arma…y desgraciadamente, les funciona.
La coherencia de tus fieles seguidores se basa en pedir la máxima libertad para celebrar el aniversario de la «democracia» en Cuba —remarco las comillas—, en alegrarse por la salida de la cárcel de un pertenciente a la banda terrorista ETA que ha sido responsable de la muerte de casi 1000 personas, en celebrar la muerte de un ser humano o en desear la muerte a alguien y después auto-nombrarse demócratas (deben tener otro concepto de democracia muy distinto al mío). Entonces, querida libertad de expresión, te repugno. Pero por contra, el concepto que tienen ellos de ti, también se basa en insultar gravemente a los que no piensan como ellos, en llamar fascista al que defiende la unidad de España, o incluso en tachar de traidores a aquéllos que piensan que ser demócrata es otra cosa y no lo suyo. En resumen: en no dejar expresar su opinión a los que no defienden sus mismos ideales. Entonces, querida libertad de expresión, te extraño mucho.
No dejar trabajar a alguien cuando está en su derecho, quemar contenedores o banderas, amenzar a alguien por pensar diferente, saltarse las reglas del juego por supuesta “voluntad popular” son cosas que se hacen amparándose en ti. Entonces, querida libertad de expresión, te odio profundamente.
Como habrás podido observar, mis sentimientos no son claros. Pero dime, si una mujer o un hombre —no vayan a saltar las hembristas— se fuese con alguien que por su distinta forma de ser están destinados a no llevarse bien, pero cuando esté contigo, aquél/aquélla al que ama con toda su alma, te ignorase totalmente, ¿Cuáles serían tus sentimientos? Espero que ahora me comprendas.
Querida libertad de expresión, no quiero malinterpretarte, ni tampoco interpretarte, creía que teníamos los mismos gustos, pero ahora me parece que no es así. Entonces, ¿Qué te parece si me explicas cuales son tus intenciones y así yo sé si puedo o no corresponderte?
Entonces, si ahora yo te ejerzo, ¿puedo acabar con un bonito «¡VIVA ESPAÑA y LA LIBERTAD!»?
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