Este lunes, la ciudad de Barcelona acoge al Cirque du Soleil que esta vez nos trae a sus mejores payasos y magos, que dicen ser capaces de esconder los problemas de la ciudanía bajo una manta. ¡Impresionante! Esta vez en forma de cruz, supongo que pidiendo a Dios que haga lo irrealizable, se reunirán cientos de miles de personas para gritar todos juntos por algo que nunca se cumple. A mí personalmente me dan miedo, vergüenza y pena, por lo que intento no escucharles más de la cuenta. Además, el médico me dijo que no era bueno para mi salud mental como joven que soy, que me podría ver afectado. A pesar de todo, a veces no soy capaz de contenerme e incluso intento leer la prensa, que suele ser de lo más objetiva en Cataluña, ni que sea sólo para informarme que nunca hace daño. Y tras varias conversaciones con expertos reconocidos sobre el tema como El Joker, acabo sacando la siguiente conclusión sobre lo que reclaman: es como si una persona pide el divorcio a otra, pero pretende quedarse con la casa mientras la otra persona paga la hipoteca, y que no se le quite el estatus de casado para no verse perjudicado y perder las ventajas del mismo. Si bien creía que el informarme iba a tranquilizarme, sólo ha generado en mí más miedo y me dan ganas de quedarme en casa encerrado. Aunque también es cierto que podrían llevarme al psiquiatra por ello, y que mi intención no es precisamente la de parecerme a uno de los suyos.
Parece ser que el máximo foco de atención estará puesto en Catalina, una joven que es conocida por ser utilizada como cabeza de turco por los payasos. Las estrellas en este mundillo nunca son las que se llevan un pastel en la cara o un jarro de agua en la cabeza, ellos nunca se manchan, aunque siempre son los que se llevan los méritos. Es una típica estrategia habitualmente utilizada por los de arriba, la de hacer creer a alguien que es lo más importante por un día. Y aunque parezca mentira, aunque los otros trescientos sesenta y cuatro días del año que restan, no presten ni la más mínima atención a Catalina, tanto ella como sus fans están satisfechos y muy agradecidos con los de arriba. Sí, con aquellos que les han ignorado y maltratado, tanto a ellos como a sus problemas, durante los últimos siete años. Se sienten tan complacidos, que se ven incluso moralmente obligados a mantenerles ahí arriba, porque cabe recordar que si los rasos no los mantuvieran, ellos no seguirían allí.
Hace ya siete años que este problema empezó, y Catalina sigue sin lavar los platos, sin hacerse la cama, sin hacer los deberes, sin pagar la tarifa mensual del móvil…y para colmo, ahora trae a casa a unos amigos okupas que no parecen llevarse muy bien con la ducha. Sus padres han creído siempre que para que Catalina creciese como persona, debían dejarla sola y dejar que se educase a sí misma. Pero lo que los padres no vieron en su momento es que para una niña inexperimentada y descerebrada como todas las de su edad, la permisividad acabaría en anarquía y malas influencias, y el no recibir nunca órdenes terminaría convirtiéndola en alguien que no las acata y que se cree por encima de cualquier norma o autoridad. Ni al primer aviso, ni al segundo, ni al tercero. Ella se mantiene firme, convencida de que tiene razón y arropada por la masa. Y por si todo esto os parecía poco, ahora Catalina quiere independizarse. Pero no irse de casa, sino echar a sus padres, que son los que pagan y seguirán pagando la hipoteca. Y tras todo esto, uno tiende a pensar que el resto de familiares deben de estar unidos para afrontar este problema, porque entre otros motivos, la unión hace la fuerza. Pues para desgracia de todos, esto no es así. Su hermano mayor, que trabaja y se mantiene a sí mismo, parece convencido de que ella debe decidir; su tío, la apoya en todo lo que hace, incluso sabiendo y afirmando que no es lo correcto; su madre, parece que tiene las cosas más claras, aunque a veces asiente con la cabeza, como si estuviese dándole la razón, cuando el tío de la criatura hace su discurso; y su padre, que uno diría por lógica que es el que debería arreglar las cosas, parece confiar en la actuación de una mano invisible, que por cierto, nunca aparece.
Y ésta es la crónica de una catástrofe anunciada, que se ha cobrado y cobrará a más de una víctima, siempre ante la complicidad de quienes podrían haberla parado, empezando por los de abajo y terminando por los más poderosos. Y es que Catalina no es el problema, sino que Catalina tiene un problema. Pero, ni ella se deja ayudar, ni sus padres se ponen de acuerdo de cómo hacerlo, y así nos va. Siete años, y sumando. Esto es el cuento de nunca acabar.
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